Roberto Pantoja Arzola
El país se debatirá nuevamente en una encrucijada fundamental en la que no solo se elegirá un presidente o presidenta en 2024, sino que se definirá su viabilidad cómo nación. En ese contexto es que antes que una “corcholata”, “tapado” o candidato; cobra relevancia el programa político que esta o este presente y las alianzas que en torno al mismo se aglutinen.
La salida discursiva más fácil para un candidato afín a la Cuarta Transformación es decir que seguirá avanzando en su construcción, sin aclarar lo que ello implique. Mientras que para la oposición, la consigna fácil será la de la animadversión, sin que ello defina con claridad acciones a seguir desde un gobierno emanado de la derecha.
Resulta estratégico que la izquierda reivindique sus luchas y causas en la coyuntura electoral de 2024. En ese proceso, al menos tres banderas deben agitarse sin titubeos:
- La evolución de los programas sociales de bienestar, ahora convertidos en derechos constitucionales, en procesos de empoderamiento popular. Las transferencias directas que hace el gobierno federal hacia grupos vulnerables de la sociedad, debe tener el valor agregado de la generación de una conciencia que cambie el paradigma de la relación entre el Estado y la Población, los beneficiarios de los mismos deben ser vistos y actuar como ciudadanos investidos de poder y capacidad de organización y no solo como agregados numéricos de una estadística en la contabilidad del gasto público.
- Trascender en la reivindicación de la soberanía nacional. El gobierno del Presidente López Obrador ha avanzado de forma importante en la recuperación del dominio de la nación sobre sus recursos naturales, pero es urgente que esto se profundice en procesos de agregación de valor de los recursos naturales que se extraen como el petróleo o el gas, y que se extiendan los derechos de la nación sobre sectores estratégicos de alta competitividad en el nuevo entorno tecnológico como la exploración del litio, el dominio sobre el espectro radioeléctrico o la banca y los fondos para el retiro de los trabajadores.
- Nueva Constitución. Cada Transformación que ha vivido el país se ha concretado en un nuevo marco constitucional. Así ocurrió con la Independencia y la constitución de Apatzingán, con la reforma y la constitución de 1857 y con la revolución y la reforma constitucional de gran calado que concluyó con la constitución de 1917 en Querétaro. Esta nueva Constitución implicaría que la nación plasme en su pacto social el sentir de una nueva mayoría popular y las demandas que llevaron a la instauración del nuevo régimen. La caduca y enmendada Constitución de 1917 cederá el paso a una nueva carta magna que permita, por ejemplo, recuperar la soberanía del pueblo sobre minas, petróleo, puertos, infraestructura; entre otros, así como avanzar a una nueva democracia participativa.