Antonio TENORIO ADAME
Abril 25 de 2023…El percance ocurrido el domingo 23 de abril al presidente Andrés Manuel López Obrador propició, al exacerbar los ánimos, la polarización política.
POR LA MINORIA
Los resultados de esta trifulca emocional deben servir como ensayo de prevención, como prioridad para evaluar sus inconvenientes, porque, de suceder, sus efectos son de un daño general.
Por lo cual, es necesario se dimensione como un problema de seguridad nacional, cuya sustitución debe cubrirse de inmediato, dentro de los requisitos marcados por la ley para evitar efectos secundarios, de graves consecuencias.
Algunos casos acontecidos fuera y dentro del país explican los riesgos de la trascendencia de ese cambio inesperado.
En la historia de los Estados Unidos fueron significativas las muertes de los presidentes Woodrow Wilson (1924) y Franklin Delano Roosevelt (1945), porque impidieron que acudieran a las conferencias donde se negociaron las condiciones de rendimiento para la paz de países beligerantes de la primera y segunda guerra mundial, respectivamente, en las que los Estados Unidos salió victorioso.
El fallecimiento de Wilson fue víctima de un ataque de influenza cuando se encontraba a punto de pactar la paz de la Primera Guerra Mundial con Alemania.
Su ausencia dio lugar a que Inglaterra y Francia tomaran mayor ventaja al encarecer los términos de la firma de paz impuesto en el Acuerdo de Versalles a Alemania. Fueron tan severos los costos de guerra que llegaron a considerarse como la causa del nacimiento de la doctrina del nazismo.
La muerte de Roosevelt dio lugar al ascenso de Harry S. Truman, quien había llegado a la Vice Presidencia sin someterse a un proceso de formación y con experiencia en el cargo, lo cual se expresa en los obstáculos y tensión que ejerció en los Acuerdos de Yalta con Stalin en la división del control territorial del nuevo orden de poder mundial, así como la descarga de la bomba atómica en Japón, consecuentemente también, el inicio de la “guerra fría”.
POR LA MAYORIA
Las muertes ocurridas en México también han dejado su huella dentro de los parámetros nacionales.
En ese sentido, se encuentra la reciente experiencia de la muerte del gobernador Miguel Barbosa Huerta, quien al fallecer fue sustituido por el presidente de los diputados, Sergio Cespedes, en un golpe de ilegalidad y usurpación: a más del conflicto de interés, el elegido no cubría los requisitos de la Constitución, siendo el intercambio de prebendas y privilegios de otorgar cargos del gobierno a las fracciones parlamentarias, para obtener su apoyo. Toda muerte es prematura, pero no toda designación de sustitución es conveniente.
El fallecimiento del presidente Benito Juárez (julio 18 de 1872) es una memoria viviente; ocurrió en Palacio Nacional, donde se encontraban sus habitaciones, las causas mortales fueron del corazón, su deceso dio lugar a que el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Sebastián Lerdo de Tejada, cubriera por oficio la Presidencia. Al término del periodo buscó la reelección, dando pasó al levantamiento armado de Porfirio Díaz para recrudecer el “militarismo” en su formato de dictadura.
De manera casual la muerte de Lerdo de Tejada, ocurrida en el exilio, tuvo lugar la misma fecha del brote pandémico del presidente Andrés Manuel, coincide con el día de la muerte de Lerdo de Tejada, pero dos siglos antes.
El crimen del presidente Venustiano Carranza es de larga repercusión en el periodo postrevolucionario, como efecto directo es a la vez su causa, ya que su pretensión de incidir en la sucesión presidencial era la de promover el arribo de una figura civil en vez del enquistamiento militar, expresado en el Plan de Agua Prieta como trofeo del Grupo Sonora.
Luego del interinato de Adolfo de la Huerta, llegó Álvaro Obregón, a quien el gobierno de Washington no reconoció para obligar y conseguir que firmara los Tratados de Bucareli, los que a su vez le otorgaron una tregua de violencia por el embargo del contrabando de armas.
Este año se cumplen cien años de la firma del Tratado de Bucareli, por lo que fenece su vigencia, la cual se tuvo siempre presente como un impedimento de prohibición de acceso a la industria pesada y a la tecnología.
Una verdad a medias con otras complejas relaciones que han incrementado las diferencias, desigualdades y asimetrías de nuestros países hasta la actualidad marcada con amenazas de calificarnos en narco estado pese a ser socios comerciales en el TEMEC.
Aún persisten las dolencias de la muerte de Carranza, sacrificado por las “guardias blancas” de las petroleras texanas que promovieron el Tratado de Libre Comercio bajo el espíritu de San Antonio.
APROBADO POR MAYORIA SIMPLE
Una muerte de un Presidente de la República no se trata de un sepelio más, donde los dolientes acompañan los despojos mortales, sino son los filos de riesgo en que se debate el futuro de la Nación que debe su seguridad en la legitimidad del acto de reemplazo oficial.