José García Segura
En el pico más alto de la pandemia, restauranteros doblegaron al gobierno de la Ciudad de México: abrirán sus puertas el próximo lunes.
Bajo el lema “abrimos o morimos” la industria de alimentos y servicios organizó, recientemente, un “cacerolazo” contra el semáforo rojo y en demanda de que su actividad sea considerada como esencial.
En los meses de marzo, abril mayo y junio ese sector aplicó el “solo para llevar”.
En julio, operó al 30-40 por ciento, “sin música ni venta de alcohol”.
A mediados de diciembre el número de contagios casi se duplicó por lo que la capital regresó al semáforo rojo.
Ante la nueva situación, autoridades extendieron al 11 de enero y luego al domingo 17 las restricciones.
La medida aplica en la capital, así como en los estados de México, Jalisco, Veracruz y Puebla.
La semana anterior, decenas de comercios enfrentaron a la regenta, Claudia Scheinbaum; es decir, no respetaron el semáforo rojo, el cual, por cierto, no aplica en los grandes almacenes, ni en los súper mercados, mucho menos en el comercio informal.
A decir de doña Claudia, “es en los restaurantes donde se da el mayor número de contagios por Covid-19”
Reportes gubernamentales revelan que la industria de alimentos aporta 15 por ciento del producto interno bruto turístico y más de uno por ciento del PIB nacional.
De acuerdo con los hombres del dinero, la industria restaurantera “es fuente de empleo, no de contagios”.
De manera formal, el gobierno de la Ciudad de México y la industria restaurantera anunciaran, este viernes 15, “la reapertura”.
El propio gobierno pide “quedarse en casa”.
Durante enero, los restauranteros dejarán de pagar 20 millones de pesos por concepto de impuesto sobre nómina (ISN).
Según se sabe, las autoridades distribuirán varios millones de pesos “en apoyo directo” a los trabajadores.
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