El Centro de Morelia cada vez más se queda sin casas-habitación que están cediendo su espacio a bares, antros y cantinas que están haciendo de ese lugar el Centro Histérico favorito de bebedores y noctámbulos de todas las edades.
No es raro encontrar a altas horas de la noche a menores de edad merodeando esos negocios, algunos de los cuales, con todo el descaro del mundo, les abren las puertas.
Y esta ilegalidad es parcialmente reconocida por el secretario del ayuntamiento, Yankel Benítez, quien admite que es frecuente observar a menores de edad sentados en banquetas, frente a los antros, aunque dice que no pueden entrar al baño, sitio al cual llevan a los menores cuando los vigilantes de esos negocios advierten la presencia de policías o inspectores municipales.
Sin embargo, esa anómala situación no es exclusiva del Centro de Morelia, en avenidas como la Enrique Ramírez Miguel, el boulevard García de León y Camelinas, así como las colonias Chapultepec, los vecinos se han quejado por la proliferación de antros que vomitan a bebedores que hacen sus necesidades fisiológicas en las calles e, incluso, tienen relaciones sexuales en la vía pública.
Es bueno el negocio para antros y bares, los bebedores les dejan buenas ganancias, pero es, también, fructífero para el ayuntamiento que, por una multa, les cobra hasta ochenta mil pesos, y ni se diga para la Policía Morelia que están cazando a los clientes que salen pasados de copas y abordan su vehículo. La mordida, o la extorsión, como quieran llamarle, es por conducir en estado de ebriedad; ese alcoholímetro no oficial lo implementan con frecuencia elementos de la sobrevalorada –por Alfonso Martínez Alcázar- Policía de Morelia.
Negocio redondo, pues, para todos los involucrados; para los propietarios de antros y bares por sus ventas; para el ayuntamiento por las multas y clausuras nada baratas que les puede imponer, y para los mordelones de la Policía Morelia que implementan su propio alcoholímetro.
Y, como en todo, también hay un perdedor y son los habitantes de Morelia, sobre todo los de las colonias de la periferia que sufren los estragos de la inseguridad porque la Policía Morelia está en el centro de la capital michoacana, cuidando el negocio de las multas que les aplican a conductores, en el día, por estacionarse en lugares prohibidos y por la noche a clientes de bares a los que les aplican el alcoholímetro, el oficial y el no oficial; ha, y por supuesto, las grúas para ambos. Negocio redondo para el gobierno de Alfonso Martínez Alcázar.