Como una gran paradoja, el proceso electoral del 2024, se mueve entre la complejidad, la dificultad, la complicación y una casi total certidumbre en sus resultados. Incluso en uno de los escenarios que se puede vislumbrar muy lejano, lo comentaremos más adelante, no habría sorpresas.
La necesidad de continuar con el actual proceso de transformación, en el argot popular, llamado 4T, coloca las circunstancias en la mayor tensión porque, no sólo se advierten resistencias en algunos sectores políticos que dicen impulsarlo, sino que, los abiertamente antitransfromadores, los neoliberales desplazados del centro de decisión más importante en nuestros sistema político, la presidencia de la república, comienzan a desplegar, en realidad sólo como patadas de ahogado, sus múltiples y poderosos recursos.
La oposición, por decirlo de alguna manera, porque no llega a ser tal, comprende que se juega la consolidación de su desplazamiento, por un lado, y por otro, la reversa del proceso y su desesperación aumenta en la medida de su descomposición moral, ética y política interna.
Creo que, más allá de promover actos violentos, de campañas de miedo, de medidas muy peligrosas socialmente, de acciones que buscan la desestabilización de la actual administración federal, en un infantil objetivo de impedir, incluso, las elecciones en el 2024, por este lado no hay mucho que esperar en cuanto a propuesta social que pudiera descarrilar la 4T.
El problema es en el sector social y, sobre todo en el organizado partidistamente que dice impulsar el proceso de cambio. Es indudable que hay una gran fuerza social-popular que lo impulsa. Pero hay, dentro de éste, grupos o expresiones políticas que quisieran degradar el proceso o por lo menos ralentizarlo. La lucha por la sucesión de AMLO, parece centrarse en 3 candidatos “fuertes”: Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto Santiago. Los tres hacen su juego político con la bandera del obradorismo por delante.
No obstante, la gente, el pueblo analiza y comienza a ubicar fortalezas y debilidades en cada uno. También, claro, los conservadores entran en este juego, apoyando o mediatizando éstas.
Por ejemplo, en Claudia Sheinbaum se ve lealtad, firmeza ideológica, cada vez más capacidad administrativa, aunque también menor habilidad para la operación política. En Marcelo se ve una gran capacidad administrativa, habilidad para situarse comercialmente a través de las encuestas adelantadas, pero se duda, tal vez por su propensión a considerar la participación de Estados Unidos como decisiva en el proceso sucesorio, de su total lealtad al proyecto .
En Adán Augusto, se ve una madurez política que refleja mucha experiencia en los asuntos públicos, pero no se le ubica aún dentro de las fuerzas políticas que promoverían la transformación, no porque no tenga esa convicción, sino porque no han habido condiciones para mostrarlas, más allá del buen desempeño como Secretario de Gobernación. Estoy convencido que es, dentro de éstos, donde escogería Morena su candidato. No mencionamos a Ricardo Monreal, porque en su momento haremos una reflexión más puntual sobre el mismo, por ahora, lo que se advierte es que no está dentro de los “precandidatos fuertes”.
Hay un escenario que parece lejano, pero no imposible. La inclusión, por propia fuerza, de un cuarto candidato por el lado de las fuerzas de la 4T: Gerardo Fernández Noroña.
Esta pequeñísima, pero muy especial circunstancia, le da al proceso de definición para el 2024 características interesantes e inéditas, porque aparece un candidato con posibilidades reales por el lado de las fuerzas del presidente, pero que éste no apoya. No obstante, el apoyo popular a Noroña, ya en este momento, es innegable. Y en una verdadera encuesta, en la que de verdad decida la población, puede dar la sorpresa. Incluso, en la lógica muy calculadora y materialista del PT, Noroña puede ser el candidato contra el que se enfrente Morena, un candidato que, curiosamente caminaría con la misma bandera de la 4T.
Para el PT, inscribir a Noroña como candidato es benéfico porque, aun perdiendo, tendría más diputados y senadores en el congreso de la unión, muchas más posiciones en los espacios locales en disputa en toda la república, de los que conseguiría si mantiene la alianza con Morena.
Los conservadores, electoralmente, con el riesgo de equivocarme, pero no juegan con nada. No tienen posibilidades, ni aun dándose éste último escenario.
Bueno, hay mucho que reflexionar y habrá que esperar a que maduren aún más las condiciones sociales y políticas propias de estos periodos que se abren cada seis años y esperar que los tiempos se acerquen.
En Michoacán, están desatadas las fuerzas de la “nada”, es decir, los que no mueven a la población. Unos apoyando a Claudia, que a estas alturas hay más coordinadores que simpatizantes; otros apoyando a Ebrard, también en disputa de la dirección del proceso en el estado, y ya comienza a asomarse la organización de Adán. De Noroña, su fuerza es un sector de la población, la gente de piso, que lo ve como el único con tablas para proseguir el ejemplo de AMLO.
¿y la verdadera Izquierda? Por el momento se reorganiza y debate, pero sin duda tendrá un mayor papel en este proceso.