Por Lucio Izquierdo
No sé si reír, llorar o acudir al diván de un psiquiatra que me ayude a entender a un gobernador, Silvano Aureoles Conejo, que está cada vez peor en sus absurdas declaraciones, sus delirios de grandeza, su ambición por el poder y su falta de conocimiento -o su valemadrismo- de la opinión de la ciudadanía que lo ubica, no gratuitamente, entre los gobernadores peor evaluados del país.
Ahora salió con la puntada de decir que se va, pero, textualmente, aseveró, “el problema es que si me voy, de todos modos voy a regresar, y lo más sabroso es que voy a regresar como presidente de la república”.
¿Sabroso su regreso, quién lo puede considerar así’ Solamente sus aduladores, los que se le hincan a su paso, los que tienen buen salario a su lado, los que, en pocas palabras, medran, y bien, del erario público.
¿Cómo presidente de la república su regreso? Quién puede creer tal cosa, ni los que hoy están a su lado lo pueden creer, pero hay que darle por su lado, inflar su vanidad para que los siga considerando dentro de la alta burocracia. Contradecirlo sería perder un empleo que les deja buenos ingresos y por conservar esa chamba hay que decirle que es lo máximo.
Andar la mayor parte del tiempo en helicóptero lo dejó en las nubes, volando en un sueño que le impide ver la real opinión que el grueso de la población tiene de él.
Su administración es un fracaso, con programas fallidos –Beca Futuro, A Toda Máquina-, con deudas a proveedores, con jineteo del dinero que descuenta a trabajadores del STASPE, con eventos ególatras –el Congreso Charro-, con inseguridad y aguacateros que deforestan sin que les ponga un freno.
No hay nada en su actuar como gobernador que sustente su comentario de que regresará como presidente.
Nada hay que sustente su sueño mafufo, y a quienes tienen esos sueños guajiros, en mi pueblo les peguntan, ¿de cuál fumaste compadre? ¿Y tú, pues de cuál fumaste Silvano?