¡Viva Nuestra Independencia, Viva México!
Rogelio Raya Morales
Una vez más se celebra, el 209, aniversario del inicio de nuestra independencia en medio de circunstancias que recuerdan, en mucho, las vicisitudes por la que atravesó nuestra patria en los inicios de esa gesta libertaria, claro, guardando las proporciones y cambiando lo que haya que cambiar.
Para empezar, el proceso de transformación que hoy vive México, se enfrenta a las mismas fuerzas sociales y políticas conservadoras y egoístas de antaño que, por ahora, no han cambiado más que de indumentaria y lenguaje. No hay duda que siguen siendo las mismas. Pero, ahora, las circunstancias de un proceso de cambio con rumbo y con indiscutible consenso social hacen más previsible, por lo menos en el corto plazo, los resultados del mismo.
La celebración del aniversario de nuestra independencia con un protocolo que data desde casi la consumación de la misma en 1821, hacía sufrir a los gobiernos anteriores, sobre todo a los que vienen de 1982 a 2018. El enfrentar a una población con sentidas demandas incumplidas y con una ira bien aprovechada para manifestar un rechazo, en la mayoría de las veces, muy irrespetuoso, hacía de esta celebración una especie de penitencia para los encargados de realizarla. ¡Qué diferencia de las realizadas desde que comenzó la actual administración federal, pero particularmente la última!
Antes, el vocerío irrespetuoso no dejaba lugar a dudas de un iracundo, crispado y patente rechazo. Ahora, fue una especie de recarga no sólo personal para el presidente Andrés Manuel López Obrador, sino para la propia política que éste dispensa a la nación. Hay una generalizada aceptación del gobierno que no debe ser confundida ni tomada como un cheque en blanco. Al contrario, esta manifestación de apoyo obliga a redoblar esfuerzos y a plantear seriamente y con mayor convicción las asignaturas aún pendientes en este país. Qué pena las críticas de los chayoteros e intelectuales orgánicos por la adición, en las consignas del grito, de no a la corrupción, al racismo y al clasismo. Antes se criticaba el vestido que usaba la esposa del presidente. Definitivamente, esta celebración restablece los mínimos de patriotismo que requerimos para enfrentar el cambio y para responder a las nuevas vicisitudes que nos plantea un mundo convulsionado y con efectos en todas direcciones.
Por otra parte, dentro de los pendientes muy sentidos, hay uno que sigue siendo fundamental, tanto para vigorizar nuestra vida cotidiana, como para sentar las bases de una nueva relación entre todos que nos lleve a niveles de creación de riqueza y distribución de la misma, más humanitarios. La asignatura pendiente, por ahora, sigue siendo la extensión de una vida democrática en todos los campos de nuestra actividad social. Es ya imprescindible que la democracia sea, en todos los ámbitos territoriales y en todos los aspectos de la vida de los mexicanos, no solo una forma de vida como lo dice nuestra constitución, sino una parte importante de nuestra cosmovisión, de nuestra conciencia, de nuestro proyecto de futuro. Sin una verdadera democracia, son imposibles los demás cambios. No basta con mejorar los procesos de producción y la acumulación de riqueza. Si la democracia no se convierte en parte de nuestra propia existencia, no puede haber el respeto por el trabajo de los demás, no se puede dar una nueva y más racional relación entre nosotros y con la naturaleza que busque su conservación y su desarrollo, no se puede encaminar en un sendero de realizaciones profundas.
Una manera de contribuir a la sociedad que deseamos es que alcancemos un nivel más alto de comprensión de lo que significa la democracia en el quehacer de una sociedad: la justicia social y la libertad no son concebibles sin democracia. Y ésta es una tarea de todos, no sólo de los gobernantes.
La democracia como objetivo y como base de una nueva relación entre nosotros es algo que no acaba de ser totalmente comprendido por los políticos de este país y, obvio, por los mismos ciudadanos; para lograrlo es un imperativo el que sometamos toda nuestra practica social a una revaloración constante y, más importante aún, a una autocrítica de lo que hacemos. Por el momento, hay incertidumbre de hasta dónde se avance, en este aspecto, en el presente periodo. Por desgracia, y pese a los muchos cambios alcanzados, seguimos viviendo bajo la égida de una clase política a la que no le importan estos planteamientos, bueno, ni siquiera logra concebirlos como necesarios.