Rogelio Raya Morales
Apenas estamos digiriendo los resultados de la asamblea donde Morena renovó, bueno, es un decir, porque Mario Delgado y Citlalli Fernández se mantuvieron en la presidencia y secretaría general, respectivamente, algunas posiciones de su comité ejecutivo nacional, y ya se advierten algunas señales.
La primera pregunta que los avezados en la carrera presidencial se hacen es ¿hay alguna relación con los tres principales contendientes? Evidentemente, sí.
Pero la principal señal, irrebatible, es que Morena pasa a ser ya un partido de estado. La gran diferencia ahora es que hay un dominio indirecto del presidente de la república sobre el partido gobernante, a diferencia de lo que sucedía en otros momentos y en otros partidos políticos. Hoy, la mano directa es de los gobernadores, de los funcionarios de primer nivel y de los intereses de los tres principales prospectos a suceder a Andrés Manuel López Obrador. Más allá de las encuestas, casi siempre cuchareadas o fantasmas, son estas posiciones y, obvio, la inclinación del presidente, quienes decidirán por quién se decanta la clase política prierredemorenista.
En principio podríamos hablar de un cierto desplazamiento de Mario Delgado, pues la mayoría de las posiciones en el comité ejecutivo quedaron en manos de gobernadores y, en el caso de la presidencia del Consejo Nacional, ésta fue para el Gobernador de Sonora, aliado antes de Marcelo Ebrard y, ahora, mucho más cercano a Claudia Sheinbaum. No obstante, Mario Delgado ahora juega con las fuerzas de la gobernadora de la CDMX y aunque le quitan el poder absoluto de nombrar candidatos priistas y perredistas a su antojo, si está en el bloque de los posibles triunfadores y maneja dos posiciones que, en comité ejecutivo son de primera importancia por el poder operativo que representan. Se queda con la Secretaría de Organización y con la Secretaría de Finanzas o Tesorería. Los gobernadores se repartieron los ocho restantes.
A Claudia también le correspondió la Secretaría de Arte y Cultura, con Tomás Pliego, exdirigente de Morena en la CDMX y parte del equipo operativo de la Jefa de Gobierno. En la cartera de Movimientos Sociales, quedó Carlos Alonso Castillo que, si bien se ubica cercano a la Secretaria del Bienestar, todo parece indicar que se mueven en la órbita de la Jefa de Gobierno de la CDMX. Igual podría decirse de la cartera de Jóvenes que le correspondió al Gobernador de Veracruz, lo más seguro es que la juegue por el lado de la precandidata. Al gobernador de Oaxaca, Salomón Jara le obsequiaron la cartera de Pueblos Originarios que se la dio, sin mucho pudor, a su propia hija, Bxido Xhishe Jara, tal vez con mérito propio, pero no deja de haber cierto nepotismo contrario a lo que se concebía en Morena hace apenas unas cuantas primaveras.
Así mismo, el Gobernador de Sinaloa se lleva la Secretaría de Diversidad Sexual; el gobernador de Chiapas, la Secretaría de Mujeres, a los cuales, por el momento, no ubico sus preferencias con relación al proceso que culminaría en el 2024. La única cartera que se cree apoya o corresponde con la fuera política Adán Augusto López, es la de Comunicación, en manos de la diputada federal Andrea Chávez. Algo que no se explica es la cartera de Mexicanos en el Exterior, la cual fue para el gobernador de Michoacán, quizá más por su cercanía con Mario Delgado que por su adhesión a alguno de los tres contendientes con posibilidades reales.
Así las cosas, tal pareciera que la vida democrática de Morena sólo vivió, y en documentos, un muy corto periodo. Su transformación en partido de estado se da de frente a retos históricos de los mexicanos, que ya no puede encabezar. El Pri, mantuvo algunas décadas la bandera de las reivindicaciones posrevolucionarias y, luego ya partido de estado, se volvió, antidemocrático, corrupto, insensible, irresponsable, neoliberal, etc. Morena fue un partido mortinato, no tuvo momentos de gloria. Lo que vivimos en el 2018, fue una verdadera insurgencia social, fue el pueblo alzado en las urnas, una rebeldía muy espontanea; poco mérito hay de morena en ese triunfo.
Sin duda, el próximo presidente o presidenta tendrá que replantearse, muy seriamente, el asunto del partido, porque no puede haber una acción de gobierno certera, sin un organismo político que sustente y dinamice la fuerza social necesaria para la ejecución de la política pública, cualesquiera que ésta sea.