Se acerca un nuevo ciclo escolar en el nivel medio superior y superior y las penas y martirios de miles de jóvenes se convierten, ya, en una especie de aflicción estacional, en una mortificación sin consuelo ni salida.
Cada año, por estos mismos meses, se ve el calvario de jóvenes que buscan inútilmente un espacio dentro de nuestra máxima casa de estudios. Lo de máxima es por el número de alumnos y maestros, no por su excelencia académica y por su solidaridad con la sociedad. Y las autoridades, buscando cómo utilizar este escalón, que ellos consideran como si fuera de su propiedad, para lograr el siguiente puesto político. Qué desgracia.
Todo indica que la universidad sigue en la pura “agusticidad”, anclada en los mecanismos neoliberales que la han convertido en una institución casi privada, no sólo por los costos y por la tendencia a cobrar hasta por el uso de una banca, sino por su incapacidad para darse un verdadero proyecto educativo que, además, esté en consonancia con las necesidades de desarrollo social y con los requerimientos técnicos y profesionales del desarrollo económico. No se puede impulsar, sería vil voluntarismo, un desarrollo del estado sin contar con un sólido sistema educativo en todos los niveles.
Limitar el ingreso, sólo para favorecer la industria privada de la enseñanza, en las actuales condiciones de pretendidos y apremiantes cambios en todos los campos de la actividad social, no sólo es un desatino mayor, sino una total miopía que va contra la política de más y mejores profesionistas en todas las disciplinas. El desarrollo económico y social que urge impulsar en el estado requiere de más y mejores ingenieros, de más y mejores médicos y especialistas, de más y mejores profesionales de la ciencia jurídica y de la ciencia contable, de más y mejores investigadores de las ciencias de la vida, de más y mejores profesionistas de la historia y de la filosofía, de más y mejores profesionistas, en general.
¿Cómo concebir incorporar a grandes y potenciales regiones de nuestro estado a un desarrollo que humanice más nuestras condiciones de vida y que aproveche mejor los recursos naturales, sin caer en la depredación irracional del mundo neoliberal, si tenemos cerradas las puertas a la formación de nuestras incipientes generaciones? Hoy, la trasformación, que a algunos les sigue pareciendo odiosa, requiere de una población más educada en los valores y principios de humanismo y con mayores habilidades para insertarse provechosamente en los procesos de producción.
Hoy, que se presentan oportunidades de localizar nuevos procesos productivos merced a la llamada relocalización y deslocalización (reshoring, nearshoring) y a la reconfiguración de las cadenas globales de suministro, las cuales pueden ser una especie de palanca para el crecimiento, seguido claro está de políticas de desarrollo social, nuestro estado no puede abrirse al mundo con todas su potencialidades (una que destaca es su situación estratégica como centro de un corredor industrial conformado por los estados de Querétaro, Guadalajara, Toluca, Guanajuato y sus posibilidades de desplazar materias primas o mercancías, a través de uno de los mayores puertos, hacia el continente asiático y hacia el oeste de los Estados Unidos). En todo esto, es necesario concebir y construir un nuevo modelo educativo que haga realidad todas nuestras potencialidades de desarrollo humano y de aprovechamiento de nuestras riquezas naturales. Eso es poner a la educación en la misma ruta de la Cuarta Transformación, no en su contra.
La universidad michoacana, en otro tiempo con un mayor compromiso social, con su sociedad, hoy le da la espalda al rechazar y frustrar la aspiración de miles de jóvenes a la educación profesional. La docencia, la investigación y la difusión y extensión de la cultura con alto nivel de excelencia brillan por su ausencia, en su lugar, la violación a la autonomía al mancillar el suelo universitario con la intromisión de fuerzas militares, la presencia de funcionarios que no entienden de una política educativa universitaria, las frivolidades y la incapacidad de funcionarios que, en todo, emulan al silvanismo. Hasta antes de la actual administración, pensábamos que se trataba de los últimos reductos de neoliberalismo en la casa de Hidalgo y Morelos, pero hoy nos damos cuenta que no hay ningún cambio progresista, parece que el neoliberalismo llegó para quedarse. Ninguna opción diferente.
Desde luego, que esta es una de las consecuencias de autoridades sin visón política y social, sin proyecto académico, con sólo pretensiones de poder y dinero y de una comunidad universitaria apática, acomodaticia y apolítica. ¡El neoliberalismo, pues!!