Por: Ar Mendoza
El sábado pasado la capital michoacana fue testigo del inicio del Festival Internacional de Cine de Morelia en su vigésima edición. Debo decir que soy un cinéfilo asiduo, pero nunca he sido particularmente simpatizante del FICM, quizá porque desde hace algunos años ha estado más envuelto en el bluff que en la promoción cultural que necesita la capital michoacana.
Bardo, una falsa crónica de unas cuantas verdades; de Alejandro González Iñárritu, fue la encargada de inaugurar el evento. Parte de ese título define totalmente a dicho festival, “una falsa crónica de unas cuantas verdades” … ‘verdades’ que maquillan la realidad que vive Morelia en torno a una pasarela mediática de actores, actrices, directores, guionistas, políticos y whitexicans.
‘El Festival Internacional de Cine de Morelia está más vivo que nunca y con él, Morelia brilla’, dijo el alcalde capitalino en su discurso durante la inauguración de dicho evento. Al escuchar esas palabras pensé que la capital solo brilla para un sector de la población, para aquellos que viven fuera de la realidad que permea en la ciudad de la cantera rosa.
Tapar el Sol con un dedo es una acción poética que no aplica para Morelia, el Festival Internacional de Cine solo es una ilusión de la que se aprovechan varios políticos y empresarios para promocionar su imagen, porque como dicen en mi rancho: ‘santo que no es visto, no es adorado’.
A las afueras del Cinépolis del centro y de los recintos que concentran la mayoría de actividades del FICM, podemos apreciar una ciudad con grandes carencias en materia de seguridad, de vialidades, de transporte público y paradójicamente de cultura en todo el sentido de la palabra; es decir, que la ciudad es digna de una producción de terror o de ciencia ficción.
El pretexto de llevar la cultura a las masas a través de un festival lleno de clasismo, de fiestas y de poca o nula participación local, solamente refleja el ego de aquellos que intentan darse baños de pureza a través del cine; es decir, que a los realizadores michoacanos de poco o de nada les sirve ser parte de un festival que pareciera encasillado en favorecer únicamente a aquellos que tienen recursos económicos, o una buena relación con los organizadores; es decir, ‘palancas’, pa que me entiendan.
En fin, habrá mucha gente que diga que es un gran atractivo cultural, otros tantos que aseguren que existe una gran derrama económica, pero lo cierto es que para muchos es simplemente un desfile de exhibicionismo o una falsa crónica de unas cuantas verdades…